jueves, 27 de mayo de 2010

Doce

La noche infinita se disfraza para mí.
Muchas veces no es infinita pero ¿qué importa?

Me encanta la noche, el silencio, la luna y la espesa neblina que se esparce por mi cabeza todos los días, más que todo cuando abro mis ojos y veo el amanecer junto a ti.

Es inexplicable lo que causas cuando me tocas, parece que toda la dulzura se posara sobre mí, como si la luna me dejara tocar su halo y acompañada de tu sonrisa pudiera escribir canciones con la poca imaginación que tiene esta cabeza.

Cabeza que sólo estimula el compás de tus labios ya sea cantando tu canción favorita o rozándolos con los míos.

El resultado se me hace exquisito.

Tus ojos se anclan en mi alma y la toman con las manos como si fuera una promesa del pasado, rompiendo las barreras que la soledad posó sobre mi...

Sonríes... Sería una buena pregunta.

¿Cómo sonríes?

¿Qué causa tu sonrisa?

¿Qué hacer para verte sonreír?

Sonríes... No tiene definición posible. Sabe a mundo, se siente como una leve ligereza de tranquilidad, paz y felicidad palpable.

Causas... Mis emociones se convierten en huracanes sin origen con un final que solo se puede notar cuando hay tristeza en tu ser…

Quiero verte sonreír para encontrar las armas que diariamente necesito y así combatir el ejército que quiere congelar mis manos...

Sin manos, no escribiría estas palabras y no sonreirías al leer que te amo cada día un poco más.

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