martes, 14 de febrero de 2012

Fugaz

Cerré mis ojos sintiendo la gravedad.

Y me imaginaba como se podía separar mi alma de mi cuerpo.
Fue algo muy visual en ese entonces.
Recordé las cartas vacías, el llanto, los desvelos, todo revuelto como un huracán.

Entonces supe que tenía sueños caídos, cerraba muy fuerte mis manos con ganas de drenar las ansiedades mientras tenía los ojos cerrados, pero no tuve éxito. Nada pasaba. Un desespero me invadía como ola de frío, aturdida, con unas ganas de llorar impacientes por salir corriendo. Ni hablar del nudo en mi garganta. Me incomodaban las gotas de sudor que bajaban por mi nuca abriendo camino por toda mi espalda, queriendo libertad ante la presencia de tan sofocantes recuerdos.

Todo lo que había comido en la mañana se habría desvanecido junto con mi tranquilidad, no existía tal momento feliz, sólo quería llegar, soltar la carga, respirar aire puro, desconectarme de tantas intensiones malas, solo entenderme con otro mundo.

Otro mundo. Suena fácil.




Cuando subí a ese ascensor no sabía que gastaría media vida pensando en las desdichas, pero así fue. Mis ganas porque esas puertas se abrieran eran descomunales, podría aceptar cualquier reto bajo esa presión. Adrenalina.

El ascensor se detuvo dejándome paso libre, abrí mis ojos, y con la mirada en el suelo pude apreciar aquellos zapatos que usabas de lunes a domingo y que podía reconocer a kilómetros, se me escapó una gota de sudor por la punta de mi nariz, en pánico y estupefacta, subí la mirada, lentamente, como hacen en las películas... Mientras me liberaba de tal castigo, veía esas manos acercarse a mi rostro mientras que tu olor llenaba cada uno de mis poros.

Mis mejillas dejaron correr unas cuantas lágrimas mientras me acostumbraba a tus manos heladas. Soltando un suspiro te miré. Miré tus labios, tus ganas, tus sentimientos y me posé en tu mirada... ¡Sí! Te observaba.

Entonces ahí se detuvo el mundo... O al menos eso deseaba. Y fui libre, fui mujer, fui satisfecha, fui un instante, fui el tiempo perdido, fui la distancia inmensa, fui tu pasado, fui los labios rotos que no tuvieron más remedio, fui miedo, fui desdicha, pero entonces fui libre dentro de tu mundo, y yo quería libertad.

Inmortalizando el momento, te besé. Te besé con el miedo adolescente del beso primero. Perfecto. Ahí se articulaban todas las palabras que justificaban tanta ausencia.

Mientras drenaba mis miedos, ansiedades y frustraciones, una música de fondo me distraía de los sentimientos que yo tenía entre los dedos. Y fui fuerte al no querer apartarme de tus labios, pues era la fuente de mi inspiración.

Inutilmente te di las últimas caricias.
El último Adiós.

Entonces volví a mis frustraciones cuando supe que era un sueño.

4 comentarios:

  1. Hola guapa, mientras una sueña la realidad invade el caminar onírico de tus pasos, al final siempre permanece alguna huella en nuestra memoria..
    Gracias, pasa buen día, besos reales..

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  2. Roysa, has escrito el más hermoso relato que he leido yo alguna vez, te felicito muchacha y te seguié siempre pues tus palabras poseen el don del más puro sentimiento.

    Un beso.

    Federico

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  3. Hola, ha sido un enorme gusto pasar por tu genial blog, te felicito mucho, tienes un buen blog, te invito de manera cordial a que visites el Blog de Boris Estebitan y leas un escrito mio titulado “Caminando bajo la luz de la luna”, te espero ahí, que pases un buen fin de semana.

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