viernes, 17 de septiembre de 2010

Mariposas Como Recuerdos


Alguien murió.

¡Sí!

Murió ayer.

Tratando de entender tu ausencia.

Entre tantas preguntas surgiste tú, sin razón y sin motivo, se quitó la vida.

Ayer alguien murió, soy testigo.

Vestía camisa y corbata, pantalones y unas botas. Puedo recordarlo.

Murió en la madrugada porque dicen que las horas muertas son las mejores para recordar.

¡Increíble!

¿Puede ser eso posible?

Conversamos antes de tal acto suicida. Me decía entre dientes que no te quería, que no tenía alma y que se encontraba muy masoquista.

En ese momento, después de tantas preguntas, a mi cabeza llegaste tú.

Fue curioso y realmente incómodo.

Él seguía en su empeño de hacerme entender, de que después de tantas copas podías llegar al olvido, así que siguió tomando hasta perder la conciencia.

Le ofrecí llevarlo hasta su casa. Aceptó.

Caminamos dos cuadras aproximadamente.

Entramos a su “refugio”. Olía a demonio. El alcohol era repugnante ante mí en esos momentos.

Él siguió el rumbo de su cocina, fue hasta unas gavetas y sin intención de alarmar, tomó un cuchillo, cortó una manzana a la mitad y comió un poco. Sus lágrimas bajaron hasta abandonar lo que en poca definición era su rostro.

Me quedé en la sala admirando un cuadro de una mariposa verde y amarilla mientras el subía las escaleras hasta su habitación.

Unos segundos más tarde, escuché un fuerte grito de desesperación seguido del enorme sonido envuelto de terror de un balazo. Mi pensamiento se paralizó de tal manera que cuando subí, vi el cadáver de una mariposa empapada de sangre.

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